Texto: Rose Stone
Fotos: Juan Antonio Gamez
Vale, voy a empezar. Hace tres viernes, (fue viernes?), si, el viernes, fuimos a la Sala Malandar, bueno, que ahora es el Luxuria, convertido en un disco-pub-bardeencuentro para el ambiente gay.
Un pequeño paréntesis aquí. Conozco esta sala desde que era Salamandra, ya hace años de esto, y jamás imaginé verla como la veo ahora. Cuando pasabas por delante de esta sala, lo que siempre veía era mucho humo de cigarros, camisetas negras, rastas y, en el caso de que actuasen The Vagos (ese Charly....) guiris borrachas y consoladores rulando (al estilo black-morcon) y alguna que otra margarita en el pelo, por aquello de acompañar al grupo en su estética hippie de los 60.
Era un sitio para escuchar música en directo....que bares de copas ya hay a patadas... bueno, que me enrollo, el caso es que el viernes, cuando llegamos la sala, había una alfombra roja en la entrada y un mastodonte con traje en la puerta, con cara de mala hostia, la verdad, pidiendo las entradas, como si estuviéramos en el Pacha. Quien lo ha visto y quien lo ve.
El concierto de esa noche era de Jorge Ilegal y los Magníficos. El mastodonte de la puerta, sobraba, si hubiera habido algún altercado, ya lo hubiera arreglado el animal de Jorge.
Hombre, tiene su gracia escuchar las letras de las canciones de Jorge, imponente con ese cuerpo y esa pinta, a ritmo de paso-doble. Hasta se atrevió a cantar canciones románticas italianas, con mucha dignidad. Me gustó. No resultaba ridículo. Fue un concierto serio para divertirse, para bailar “agarrao”, sonaba estupendamente bien, era como si estuvieras en una de esas películas americanas de los 50, donde ibas a las fiestas y el conjunto que tocaba ayudaba a los chicos a cortejarte...me pareció muy divertido y entrañable. Cuando voy a esta sala, siempre hago lo mismo, me dirijo directamente con una Heineken en la mano a los sofás que hay en uno de los laterales, y veo los conciertos como si viera una película.
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