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La gran Fiesta de Queen: Sábado noche en Sodoma

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Halloween, 1978. Queen se están preparando para celebrar una fiesta de escala mucho mayor a lo que podría considerarse práctico, plausible o remotamente posible. Su lema es Excess all areas [Exceso en todos los campos]. De hecho, el cantante Freddie Mercury asegura haber acuñado la frase, y la reivindicación no parece descabellada. Tras Bohemian Rhapsody (1975) y los discos siguientes (A Night at the Opera - 1975, A Day at the Races - 1976, News of the World - 1977), Queen se han convertido prácticamente en la banda más grande del mundo. Pero no son sólo enormemente famosos, sino también absurdamente ricos y excesivos. “Los Cecil B. DeMille del rock”, como proclamó Mercury. El cantante se ha establecido como jefe de pista de las afamadas reuniones sociales de Queen. Cada uno de esos eventos es una Producción Freddie Mercury en la que no se escatima en gastos. Y ahora ha decidido que la fiesta de lanzamiento de su nuevo disco, Jazz, sea la más salvaje de la historia. Se había acordado un presupuesto de 290.000 euros, que fue convenientemente olvidado después de que Mercury declarara: “Que les den a los costes, queridos. Dejadnos vivir un poco”. Han elegido un local (el Fairmont, un elegante hotel en el barrio francés de Nueva Orleans). Han elaborado una lista de 500 invitados, que incluye a estrellas del rock y del cine, amigos y periodistas fieles a la banda. Han encargado la comida y la bebida: ostras, langostas, el mejor caviar del mundo, barriles de cerveza… Lo único que falta por organizar es el espectáculo. Según Bob Gibson, el promotor de Los Ángeles encargado de los festejos de la velada, “Freddie decidió que quería invitar a un montón de gente de la calle para animar las cosas. Me pidieron que buscara a gente con un punto excéntrico, cualquiera que pudiera darle un poco de color a la cosa”.

Encontró, entre otros, a un especialista en arrancarles la cabeza de un mordisco a pollos vivos y a una mujer que, por un precio cercano a los 100.000 dólares, se ofrecía para autodecapitarse con una motosierra. No sin motivo la fiesta pasó a ser conocida como SÁBADO NOCHE EN SODOMA. A medida que entraban en el hotel, los invitados eran recibidos por una tropa de enanos hermafroditas que servían cocaína en unas bandejas que llevaban sujetas sobre la cabeza. La coca había sido importada directamente de Colombia y el propio Mercury se había ocupado de comprobar su calidad. Fortalecidos por “rayas de polvos mágicos tan largas y gruesas como los brazos de tu abuela”, los invitados podían elegir entre un amplio menú de exóticas diversiones. Por las salas del hotel, decoradas para parecer ciénagas en medio de junglas laberínticas, pululaban magos, zulús, contorsionistas, comefuegos, drag queens y strippers transexuales. Servían las bebidas camareros y camareras desnudos, que solicitaban amablemente que las propinas no se depositaran sobre las bandejas, sino que se insertaran en alguna cavidad corporal. Bailarines desnudos se contorsionaban en el interior de jaulas de bambú suspendidas de los techos. Modelos de ambos sexos peleaban, desnudos, en enormes baños de hígado crudo, mientras mujeres samoanas de 150 kilos, tumbadas sobre grandes mesas, fumaban cigarrillos por distintos orificios. Como bonus, quienes visitaban los suntuosos baños de mármol del hotel recibían los servicios orales de profesionales de los dos sexos.“La mayoría de los hoteles ofrecen a sus huéspedes servicio de habitaciones”, bromeó Mercury. “Éste les ofrece servicio de labios”.




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